samedi 26 novembre 2016

Fidel: el líder y su pueblo



Por Claude Morin,
Historiador jubilado,
Universidad de Montréal

Conferencia en el Foro Social Mundial
Montréal, Canadá
Taller: “Homenaje a Fidel en su 90 cumpleaños”
12 de agosto de 2016

(Traducción por el autor)
 
De entrada confieso mi admiración mayúscula por Fidel. Yo le considero un ser excepcional. Mi juicio se fundamenta en un largo trato con la historia de Cuba así como la historia de otros países de América Latina. Mi presentación les ayudará a entender por qué llevo este juicio rico en superlativos.

Sé que Fidel como todos los grandes hombres tiene sus detractores. Esto es aún más cierto para los revolucionarios. Una revolución siempre tiene perdedores, empezando con los desplazados por el nuevo gobierno, y los que, entre los vencedores, vuelven la casaca, por diversos motivos, y se convierten en opositores. Fidel tiene también contra él haber ocupado el centro del escenario durante más de medio siglo, tiempo suficiente para acumular número de éxitos, pero también para cometer errores. Pero tiene sobre todo contra él haber liderado una revolución a pesar de la hostilidad de Estados Unidos, en los dientes de la superpotencia, en la Cuenca del Caribe, en lo que consideran su cuarta frontera. Cuba, dirigido por Fidel, hizo frente a nueve o diez administraciones. Fidel era una obsesión para los EE.UU. y los anticastristas, un símbolo humillante de su fracaso, un doloroso recordatorio de su incapacidad para imponer su ley y sus valores a 150 kilómetros de sus costas. Por lo tanto, demonizaron a Fidel Castro. La Casa Blanca y la CIA han creído durante mucho tiempo que bastaría eliminar a Fidel para que el "régimen" se derrumbara. Es probable que ningún líder en el mundo haya sido el blanco de tantos proyectos o planes de asesinato, más de 600, muchos de ellos frustrados por el aparato de seguridad cubano. La enorme influencia de los EE.UU., de sus medios, de sus investigadores confluyo en construir la imagen de Cuba y de Fidel en el extranjero.

Pero la influencia nunca fue solamente negativa. La heroica resistencia de este pequeño país frente al gigantesco vecino también exaltó la representación que se hacía, especialmente en América Latina, pero también en otros países que luchaban contra el imperialismo estadounidense. Fidel y Cuba surgieron como David luchando contra Goliat.

Mi introducción esbozó un contexto. Vayamos ahora hacia el verdadero Fidel y no la caricatura que nos pintaron sus enemigos. Construí mi presentación en torno a tres claves.

1. La primera clave es que la potencia efectiva de Fidel resulta de la relación dialéctica que se ha desarrollado entre Cuba y Fidel. En términos simples, esto significa que Cuba era Fidel y Fidel fue Cuba.

2. La segunda clave radica en esta otra relación dialéctica que se estableció a principios de la Revolución entre Fidel y el pueblo cubano. Fidel pensó un programa, sembró la esperanza, fijó metas. El pueble proyectó sus aspiraciones de cambio en Fidel porque él lo reconoció como el líder capaz de cumplir con sus sueños. 

3. La tercera clave es que su estatus de líder supremo Fidel lo debe a las cualidades excepcionales que sustentan su carisma, su capacidad de generar fe en él y inducir otros a seguirle.

1. Cuba era Fidel y Fidel fue Cuba

Fidel es el producto de una sociedad modelada por una historia combativa. En menos de tres cuartos de siglo, Cuba ha tenido tres estatus. Última colonia de España en América (con Puerto Rico), se convirtió en 1898, después de una guerra de la independencia y la intervención de los Estados Unidos, en el principal satélite de Washington, antes de erigir el único estado socialista en el hemisferio. Pocos países han experimentado una historia tan comprimida.

La Revolución Cubana corona una historia de luchas unificadas por dos temas: la justicia social y la dignidad nacional. En pos de la justicia social, generaciones de cubanos y cubanas  combatieron la esclavitud, la discriminación racial, la exclusión y la pobreza. Participaron como obreros, campesinos, estudiantes, mujeres, personas de color. Armaron sindicatos, partidos, protestas, huelgas, ocuparon sitios de trabajo, se levantaron en armas, se enfrentaron con la policía y el ejército, y varios miles perdieron la vida. En pos de la dignidad nacional, estas generaciones enfrentaron el colonialismo español, por medio de sediciones y de dos guerras. La influencia de los Estados Unidos se convirtió en el blanco de sus protestas y de sus inquietudes. En varias ocasiones, la intervención del gran vecino fue decisiva para bloquear las reformas, como ocurrió en 1933. Los revolucionarios, primero Fidel, se vieron a sí mismos como herederos de una tradición de lucha, prosiguiendo la obra de los héroes caídos en el panteón: Martí, Maceo, Mella, Guiteras. Sí, de veras, Cuba tiene una historia heroica.

Fidel tiene una pasión por la historia que se refleja en casi todas las entrevistas que dio. Esa existía antes de 1959, se consolidó después de 1959. A Frei Betto, Fidel dijo: "fui un gran admirador de la historia de nuestro de país". Si por él la historia es primero un acervo de ejemplos y una fuente de lecciones morales, le interesa también entender cómo se desarrolla. Para él, lector de los clásicos marxistas, formado como autodidacta en el marxismo-leninismo, la historia se rige por leyes. Entre todos los jefes de estado, cuyo pensamiento yo sepa, Fidel es él que me parece tener el mayor sentido de la historia como un conocimiento estratégico, un  conocimiento que él sabe poner al servicio de la acción política.

Fidel se ha nutrido de esta historia que, si es el patrimonio común de los cubanos, encontró en él la persona que podía apreciar mejor el sentido y sacar lecciones para la acción. Ella sirvió de referencia constante para su propia conducta o de acervo donde sacar ejemplos de conducta para sus conciudadanos. La referencia al pasado es omnipresente en los discursos de Fidel. Los símbolos y lemas son cubanos e históricos. No son accesorios. Tienen una carga emocional. Tienen capacidad de movilizar. La palabra clave es "lucha". La legitimidad se basa en un recordatorio constante de las luchas pasadas. La Revolución corona un "siglo de luchas". Existe una continuidad entre las diferentes generaciones de combatientes - los de 1868, 1895, 1933 - y la generación de 1959, que tiene como meta completar la obra iniciada por sus predecesores. La historia es una fuente de modelos a seguir. Se infunde un sentido de lucha, de abnegación y de sacrificio. Los discursos del 26 de julio son notables en este empeño. Tomemos por ejemplo el de 1978 que ilustra perfectamente la identificación de los vivientes con los héroes del pasado, más allá de las generaciones y del espacio. Fidel afirmó: "por nuestras venas corre la sangre de los héroes de 1868, 1895 y 1953, de Céspedes, Martí, Maceo, Abel Santamaría, Frank País, Camilo y el Che; de los héroes de Yara, de Baire, del Moncada, del Granma, de la Sierra, de Girón, de la Crisis de Octubre; de los héroes internacionalistas de la España antifascista, de Angola y de Etiopía." En 1991, cuando Cuba se enfrenta al "período especial" con la caída de la URSS y el establecimiento de un "doble bloqueo", Fidel invita a los cubanos a emular Maceo y a no rendirse: Cuba debe ser un "eterno Baraguá ", en referencia a la negativa de Maceo a deponer las armas en 1878.

Fidel fue inspirado por sus predecesores cubanos. Cada uno ayudó a dar forma a su personalidad. Antonio Maceo, el líder de los hombres en combate. Máximo Gómez, el estratega militar, Julio Antonio Mella, el líder estudiantil, Antonio Guiteras, audaz en la acción, Eduardo Chibás, el orador y la ética del hombre público. Pero fue José Martí él que más impactó. En 1953, durante el juicio que le hizo la dictadura de Batista, tras el fracaso del ataque contra el Moncada, dijo Fidel en su alegato que José Martí era el "autor intelectual" del ataque. Fidel pertenecía a la generación del "Centenario", el del nacimiento del "Apóstol" en 1853. Fidel y sus compañeros se reunían para estudiar los escritos y el pensamiento de José Martí. Estas reuniones y estos estudios inspiraron Fidel para poner en marcha el programa insurreccional cuyo primer acto fue el ataque contra el cuartel Moncada. En su discurso a sus compañeros antes del ataque, les exhortó: “¡Jóvenes del centenario del Apóstol, como en el 68 y en el 95, aquí, en Oriente damos el primer grito de LIBERTAD O MUERTE!”

Raúl Castro recordó en 1998 cómo Fidel fue capaz de reanudar en la Cuba revolucionaria con los papeles que desempeñaron los predecesores: "Fidel es como el Martí de hoy, el Maceo de hoy, el Mella de hoy. No me refiero a las personalidades que siempre son únicas e irrepetibles, por lo que carecen de sentido las comparaciones; hablo del papel que le ha tocado desempeñar en los últimos 50 años. Ha sabido aprender de nuestra historia y actuar con similar talento político y capacidad organizativa que el artífice del Partido Revolucionario Cubano y la Guerra Necesaria; rescatar para estos tiempos, también difíciles, peligrosos y complejos, la intransigencia de Baraguá y el genio militar del Titán de Bronce; trasladar a las actuales circunstancias las ideas avanzadas y el dinamismo del fundador de la FEU y del primer partido marxista-leninista”. 

El nacionalismo cubano fue la principal arma que fue utilizada por Fidel para crear cohesión social en torno a la Revolución. Con Fidel, Nación y Revolución eran una. Traicionar la Revolución era traicionar la patria. Fidel propuso una lectura teleológica de los momentos más destacados que marcaron la historia de Cuba. Esta lectura le llev
ó a considerar cada momento revolucionario (1868, 1898, 1933, 1959) a la luz del otro, no sólo como un acervo de experiencias, sino como destino nacional y humanitario. La principal lección que sacó Fidel de su lectura es que hay que construir y mantener la unidad del pueblo cubano. Las divisiones siempre sirvieron los propósitos del colonialismo español así como del imperialismo estadounidense. Divide et impera fue siempre la técnica de los imperios.

2. Unas cualidades excepcionales que fundamentan el carisma de Fidel

El carisma es "la calidad de una persona que seduce, influye, incluso fascina, otros por sus discursos, sus actitudes, su temperamento, sus acciones." Para el sociólogo Max Weber, el carisma es "la creencia en la calidad extraordinaria [...] de un personaje, que es, por así decirlo, dotado de fuerzas o caracteres sobrenaturales o sobrehumanos o por lo menos fuera de la vida cotidiana, inaccesible para los mortales ordinarios; o se considera como enviado por Dios o como un ejemplo, y por lo tanto se considera como un "líder". "En pocas palabras, el carisma significa "la autoridad, la influencia natural, el magnetismo que ejerce una personalidad en los demás".

No cabe duda de que Fidel tiene carisma extraordinario que fundamenta su estatus como líder supremo. Este carisma se deriva de un conjunto de cualidades que se le reconoce. Voy a enumerar algunas.

La primera cualidad de Fidel es la confianza inquebrantable que le anima. No duda de su capacidad para superar obstáculos. Esta confianza en sí mismo logra compartirla con los demás. Acordemos cómo pudo comunicar su determinación a los 135 compañeros que lo acompañaron en el ataque contra el Moncada, una operación para la cual no había ocultado el alto riesgo. Paso lo mismo con los 82 combatientes que subieron en el Granma, un barco inapropiado para el transporte, pero el único que estaba disponible. A los 8 supervivientes que se reunieron después de un desembarque desastroso seguido de enfrentamientos con el ejército de Batista, Fidel exclamó: "Ahora sí que ganamos la guerra!". Él tiene una voluntad para mover montañas. Motivador excepcional, da el impulso inicial para que todos se muevan detrás de él y le sigan. 

La formación del Movimiento 26 de Julio iba a ser el núcleo de la lucha revolucionaria. Fidel supo garantizar la supremacía del M26-7, mientras colaboraba con otras formaciones que no compartían las mismas tácticas como el DR. La lucha contra Batista se beneficio de su talento para reunir a organizaciones que si querían terminar con la dictadura lucían diversas ideologías y planes. Él concretó el pacto de Caracas con la burguesía en 1958. Este frente se vendría abajo con el triunfo de la Revolución. Fidel nunca ha renunciado a convencer a sus oponentes de la exactitud de sus perspectivas. A nivel internacional ha construido amistades y alianzas con socios que no compartían sus puntos de vista. Me refiero a Pierre Eliott Trudeau y Michael Manley.

Fidel es un comunicador talentoso y eficaz frente a la cámara, ante una multitud o en los diálogos. Como lo ha señalado Gabriel García Márquez, posee los resortes de la oratoria por el gesto, la mirada, la entonación. Él puede hablar durante horas sin notas y cautivar a su audiencia. Como un excelente maestro, sabe dividir problemas complejos para esbozar verdades accesibles a su audiencia, luminosas, no importa los temas que aborda.

Lector voraz con una curiosidad universal, práctica tanto la ciencia, las biografías y la literatura, tiene facilidad para asimilar la información con miras a resolver problemas específicos o preguntas que quiere traducir en acción. Su memoria fabulosa le hace recordar hechos, nombres y estadísticas. Sus discursos y entrevistas revelan con qué arte y espontaneidad puede organizar esta materia prima para apoyar un argumento convincente.

Fidel siempre tuvo una visión orientada hacia el futuro. Desde el inicio de la Revolución quiso desarrollar el potencial científico, primero para responder a los desafíos de Cuba en la agricultura (azúcar, ganado), pero pronto pensó la ciencia para la humanidad. En 30 años, Cuba ha capacitado a cerca de 10.000 doctores. El desarrollo de la biotecnología es su principal legado. No sólo ha formado a médicos para Cuba, abrió la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) para acoger a los candidatos extranjeros que se comprometen a trabajar con los sectores más pobres de sus países de procedencia. Cuba ha entrenado a sus propias expensas más de 25 000 médicos extranjeros. Más de 50 000 médicos y técnicos de la salud trabajan en un centenar de países. La brigada Henry Reeve responde a emergencias después de desastres naturales. La Operación Milagro ha devuelto la vista a millones de personas que sufren de cataratas. Potencia deportista, Cuba abrió una escuela para la formación de profesores y técnicos del deporte para el Tercer Mundo. Cuba ha desarrollado un método de alfabetización - Yo sí puedo - que aprendió a leer a más de 2 millones de analfabetos en el mundo. La educación es el núcleo del pensamiento de Fidel. Cuba sigue siendo una escuela para todos, jóvenes y adultos. Todos los ciudadanos están invitados a aprender y mejorar sus habilidades.

Las circunstancias desvelaron un Fidel estratega militar a la vez audaz y calculador. Él diseñó las operaciones entre 1956 y 1959, desde la Sierra Maestra, para derrotar el ejército de Batista, a pesar de un enorme desequilibrio en recursos y tropas. Trató de desgastar, dispersar, desmoralizar al enemigo, pero se mostró generoso con los cautivos. Para ahorrar vidas, abrió un diálogo con los oficiales para convencerlos de unirse a él. En la agresión de Playa Girón, se trasladó al frente para liderar la resistencia contra los invasores, consiguiendo posteriormente el canje de prisioneros contra tractores y medicinas. Durante la guerra de Angola, dirigió las operaciones desde La Habana, ayudándose de mapas, manteniéndose al tanto de todos los aspectos de la batalla.

Pero es en la política que lució sus habilidades estratégicas mayores. A sabiendas que la revolución encontraría la hostilidad de los Estados Unidos, evitó comprometerse demasiado pronto acerca de la naturaleza "socialista" de la revolución, asegurando primero que los  cubanos reconocieran que esta revolución era suya y que estuvieran dispuestos a defenderla, lo que hicieron en 1961, desbaratando los pronósticos de la CIA. Cada vez que se topó con una situación embarazosa, la trastocó y salió vencedor. Acusado después del Moncada, se convirtió en acusador en el juicio. En 1980, ante una crisis provocada por la gestión de los visados por los Estados Unidos, abrió las puertas de la emigración. En 1994, puso fin a una protesta en el Malecón, no mediante el envío de la policía, sino a reunirse con los manifestantes. En abril de 2002, supo maniobrar hábilmente para liberar a Chávez, a través de llamadas selectivas y decisivas a militares venezolanos. Es su capacidad de anticipación que le permitió evitar las trampas en el camino. Capaz de apegarse a los detalles, nunca pierde de vista el conjunto.

Los observadores no comparten el mismo análisis. Unos quieren ver Fidel como un ideólogo, otros como un pragmático. Básicamente, Fidel ha trascendido esta dicotomía polar. Hombre de principios, supo ser pragmático sin sacrificar sus principios. Demostró una flexibilidad que ha asegurado su supervivencia y la de la Revolución. Se ha criticado el aventurerismo cuando apoyó los movimientos de liberación en los años 60. Cuba tenía nada que perder después de su exclusión de la OEA. El debate sobre los incentivos morales también era razonable en la medida en que el embargo privaba a Cuba de productos que hubieran servido a ofrecer incentivos materiales. Antidogmático, Fidel aceptó las innovaciones cuando eran necesarias: como en 1993, cuando se autorizó la tenencia de dólares, cuando se autorizaron los agromercados o el cuentapropismo. Esas aberturas se acompañaron de salvaguardas para limitar el crecimiento de la desigualdad.

Con Fidel, la ética es parte de la razón de Estado. Nunca aceptó compromisos que hubieran empañado la reputación de Cuba: por eso se enjuició al general Ochoa, héroe de la guerra de Angola, que había sido implicado en tráficos y colaboraciones con carteles de la droga. Fidel práctica la verdad, la transparencia, informando al pueblo, diciendo lo que piensa, prefiriendo guardar silencio en lugar de mentir, si desea conservar secretos de Estado. También rechaza el odio. Siempre proclamó que el enemigo de Cuba no era el pueblo estadounidense, pero el imperialismo. Oponentes juzgados por traición (como Huber Matos) fueron condenados a largas penas de prisión, mientras que otros, culpables de las desviaciones fueron despedidos o se les permitieron salir al exilio. No se le conoce fortuna y propiedad, al contrario de lo que publicó la revista Forbes que pretendió que era uno de los hombres más ricos del planeta. Se distingue más bien por su frugalidad. 

Hay otras cualidades conocidas de Fidel: su extraordinaria capacidad de trabajo que agotaba sus ayudantes; las citas para las entrevistas nocturnas; las pocas horas de sueño suficientes para que se recuperara de largas jornadas de trabajo; su completa dedicación al servicio público a costa de su vida personal y familiar.
 
3. La relación dialéctica entre Fidel y el pueblo cubano

Una de las primeras fuentes de carisma de Fidel ocurrió durante su primer discurso en el campamento Columbia el 8 de enero de 1959 después del viaje triunfal que lo había llevado desde Santiago hasta La Habana. Se liberan palomas. Una viene a descansar sobre el hombro de Fidel. Los cubanos familiarizados con la santería lo vieron como un signo: Fidel era el hombre con una misión. Había recibió la unción de Obatalá, creador de la tierra y los hombres, el dios de la pureza y la justicia.

En 1959, una relación dialéctica se creó entre Fidel y el pueblo. Fidel alentó las esperanzas con sus discursos. El pueblo movilizado en pos de reformas rápidas aguardaba a un líder que era Fidel. Depositaba sus aspiraciones en la persona a quien se le prestaba grandes poderes.  Inicialmente Fidel era solamente el comandante del ejército rebelde. Ante la inercia y la obstrucción de los líderes burgueses, Fidel se convierte, gracias al apoyo del pueblo, en el primer ministro, aquel hombre por quien llega el cambio. Ofrece metas; el pueblo exige acción. Así, el gobierno revolucionario promulgó 1.500 decretos-leyes en nueve meses: éstos se relacionaban con la congelación de los alquileres, la reducción del costo de los servicios públicos, la reforma agraria, etc.

Fidel nunca perderá este contacto con el pueblo cubano. Practicó el arte de la reunión, se presentó en los sitios de trabajo, habló en las concentraciones, en la televisión. Su largo discurso era su manera de informar al pueblo, explicarle los problemas, con franqueza. Debía sentirse seguro para hacer ante el público el análisis de lo que había sido el fracaso de la zafra de 10 millones. En los grandes momentos cuando la exaltación estaba en su apogeo, no trató de ocultar las dificultades que yacían por delante. En su discurso en Santiago el 1 de enero de 1959, declaró: "La Revolución empieza ahora; la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo, en esta etapa inicial ...". Fidel nunca ha olvidado que si las sociedades crean los líderes, es una obligación para los líderes guiar a las sociedades al ser en constante interacción con el pueblo. 

Fidel ha sido un rebelde toda su vida (niño, estudiante, activista, jefe de estado): contra su padre, contra la autoridad injusta, contra la opresión en todas sus formas, contra la injusticia, contra el racismo, contra el imperialismo. Resistir siempre ha sido su lema. “Patria o Muerte! Venceremos!” Resistir se hizo un valor colectivo entre el pueblo cubano. La hostilidad de los Estados Unidos sólo ha amplificado esta voluntad de resistencia. Los líderes cubanos tienen legitimidad porque fueron capaces de interpretar, encauzar, acrecentar esta voluntad popular de defender la soberanía nacional. Las sanciones impuestas por Washington no debilitaron la determinación. Al contrario, la azotaron. Fue David contra Goliat. ¡Cuántas veces se ha pronosticado el fin inminente de Fidel Castro y de la Revolución Cubana!

En una entrevista en 1986, hablando de las cualidades de los grandes líderes, Fidel dijo: "Cada época, cada sociedad, cada momento histórico exige ciertas cualidades. [...] Para que un líder aparezca, lo único que necesitamos es la necesidad de un líder.” Citó muchos ejemplos a lo largo de la historia y del espacio (Francia, India, América Latina). Consta que reflexionó acerca del tema. En otra ocasión, explicó que se necesitaba tiempo para formar un líder y defendió la idea de que haya que darle tiempo. Siempre se ha opuesto al culto a la personalidad. En Cuba, solamente los héroes muertos son elegibles para los honores.

Hoy en día, desde 2006, Fidel ya no está a cargo. Todo indica que la mayoría de los cubanos tiene un afecto especial y espontáneo para Fidel al quien se identifican. Cuenta con el apoyo popular que se otorga a un líder histórico. Entendemos mejor las razones por la lectura del libro que recoge entrevistas de Fidel con Ignacio Ramonet (Cien horas con Fidel, 2006).

Conclusión

Se tildó la Revolución cubana de revolución “fidelista”. Esto es excesivo. La prioridad de Fidel siempre ha sido la Revolución, su profundización, su perfeccionamiento y su defensa. La Revolución es la obra de millones de cubanos y cubanas de varias generaciones que han construido una sociedad única por medio de sus esfuerzos, de sus sacrificios, de su solidaridad entre ellos y con el mundo. En esa obra, Fidel ha sido su comandante en jefe.

Como historiador que trabajó sobre América Latina, me encontré en mis lecturas con varios grandes personajes. Pienso, entre otros, en Simón Bolívar o en José Martí. Hombres dedicados enteramente a una causa, grandes mentes, grandes patriotas, hombres de acción. Más cerca de nosotros, Hugo Chávez es inmensamente grande, aún mayor si tenemos en cuenta sus orígenes humildes. Fuera de América Latina, mis viajes me llevaron a leer acerca de Mustafa Kemal Atatürk, de Ho Chi Minh, de Mahatma Gandhi, de Nelson Mandela.

Pero al final creo que Fidel Castro es el más grande de todos. Sus cualidades personales que hicieron que sea un hombre excepcional, les puso al servicio de Cuba, del pueblo cubano. Pero también al servicio de los pueblos del planeta, en los combates que lidió, en las causas que defendió y que afectan a toda la humanidad. Pienso en su promoción de la educación y del acceso a la salud para todos, en su defensa de la paz y del desarme nuclear, en la práctica de la solidaridad internacional, su defensa de medio ambiente, su denuncia de saqueo, su lucha contra el capitalismo y hegemonía.

Espero que el retrato que esbocé aquí habrá confirmado cuanto Fidel es un hombre excepcional, una figura titánica. Para mí, como historiador, teniendo en cuenta todos los retos que enfrentó victoriosamente, la influencia que tuvo en Cuba y en el ámbito internacional, cuenta como el mayor estadista del siglo XX. A manera de resumen, me gustaría citar las palabras del periodista mexicano Luis Suárez en 1985: "El presidente cubano Fidel Castro es un conductor de la historia, sobre todo, un estadista que manejó la política y la diplomacia sin aislarse nunca de la sabiduría del pueblo. Mi apreciación de Fidel Castro fue creciendo a medida que avanzaba su  liderazgo. Fidel es uno de los grandes conductores de la historia desde los tiempos clásicos."

lundi 10 octobre 2016

« José Martí : l’écrivain-libérateur, le penseur, le héros »

Par Claude Morin
Allocution présentée au Cabaret historico-littéraire, organisé par l’Union nationale des écrivains du Québec et LatinArte, dans le cadre des 20e Journées de la culture.
Hôtel de Ville, Montréal
30 septembre 2016 

1.     José Martí, une vie d’une exceptionnelle intensité

La mort frappa José Martí à 42 ans. Peu d’hommes auront accompli autant en si peu d’années et n’auront laissé un héritage qui transcende autant leur époque et acquiert une valeur universelle. Martí fut à la fois un homme d’action aussi ardent que généreux et un écrivain prolifique. Il fut tout entier l’homme d’un projet, celui de la libération d’un peuple et de la construction d’une nation. « Je ne peux rien dire ni faire qui n'ait pour but la libération de ma patrie. Elle est ma raison de vivre. » Il consacra toute sa vie adulte, passée majoritairement en exil, loin de son île et de sa famille, à promouvoir inlassablement la cause de l’indépendance de Cuba par ses écrits, ses discours et ses déplacements au sein de la diaspora cubaine. De son vivant, Martí n’a publié aucun livre, seulement quelques opuscules politiques et deux recueils de poésie. Et pourtant, à sa mort, il laissait une œuvre qui, rassemblée en une édition critique, s’étale en 25 volumes. Une œuvre d’une grande diversité faite de chroniques, de lettres, de discours, de manifestes, de nouvelles, de drames et de poèmes. Cela fait de Martí l’un des écrivains hispano-américains les plus prolifiques en même temps qu’il fut le plus novateur de son époque.
 
José Martí est né à La Havane en 1853 dans une famille d’immigrants espagnols. Son père, originaire de Valence, était un fonctionnaire de police et sa mère venait des Canaries. Élève brillant, mais pauvre, il eut comme maître et protecteur Rafael María Mendive, un fervent patriote. Cuba était alors avec Porto Rico le dernier bastion de l’empire espagnol en Amérique. Les anciens territoires sur le continent s’étaient émancipés et étaient devenus des républiques entre 1816 et 1821. Les troupes espagnoles assuraient l’ordre et la loyauté dans une île dont la prospérité dépendait du sucre et du travail esclave. Si le statut colonial représentait une protection pour les planteurs, les marchands et les négriers, confrontés à des révoltes d’esclaves, il était contesté par des couches de la société cubaine. Des débats opposaient réformistes, annexionnistes et indépendantistes auxquels l’Espagne répondait par l’immobilisme ou par la répression selon le cas.

En 1868, éclate le premier acte de trente ans de luttes pour l’indépendance. José Martí s’identifiera corps et âme à cette cause. À 15 ans, il signe un sonnet patriotique, puis une œuvre dramatique (Abdala). Une lettre jugée subversive par les autorités coloniales lui vaudra une condamnation à six ans de travaux forcés, bientôt commuée en exil en Espagne. Martí a la précocité du génie : il n’a pas vingt ans qu’il est déjà construit, muri prématurément au contact d’un maître influent et par sa condamnation au bagne. 

Après des études de droit et de lettres en Espagne d’où il suit de près les événements à Cuba en contact avec des immigrés cubains, il s’embarque pour le Mexique. C’est dans ce pays qu’il entreprend sa carrière journalistique. Il séjournera aussi au Guatemala et au Venezuela qu’il abandonnera par opposition aux dictateurs locaux. Ses séjours lui font découvrir les problèmes de l’Amérique latine et inspireront son programme pour Cuba. Ils feront qu’il s’identifie à une patrie plus large : « Je suis fils de l’Amérique : c’est à elle que je me dois. » Rentré en 1878 à La Havane, où il espérait pratiquer le droit, ce que les autorités lui refusent, il s’affirme comme l’un des premiers orateurs politiques et pourfendeurs de l’autonomisme, ce qui lui vaudra d’être arrêté et déporté à nouveau en Espagne. Échappant au contrôle de la police, il gagne New York via Paris où il rencontre Victor Hugo qu’il traduira. Il y vivra près de 15 ans, s’adonnant à divers emplois pour assurer sa subsistance et celle de sa famille. Il sera un observateur perspicace et de plus en plus critique de la société états-unienne. Son séjour contribuera à la radicalisation d’une pensée révolutionnaire dont le principal ressort fut toujours moins les lectures que l’expérience vécue, la relation personnelle, engagée, avec les événements et le mouvement social. Ses articles paraissent dans une vingtaine de périodiques, en anglais et en espagnol. Il fait des traductions, écrit un roman, publie Ismaelillo dédié à son fils, puis Versos sencillos. Des pays du Cône Sud le nomment consul, ce qui témoigne de sa stature continentale. Élu président de plusieurs comités politiques et de sociétés culturelles, Martí enchaîne les discours, électrisant les auditeurs. Il se dépense sans compter à la promotion de l’indépendance. Il entretient une correspondance avec les généraux vétérans de la Guerre de Dix Ans, Máximo Gómez et Antonio  Maceo, n’hésitant pas à exprimer ses réserves face à un parti militaire.

À partir de l’automne 1891, Martí mettra en veilleuse ses projets littéraires pour se consacrer à la préparation de la guerre d’indépendance, démontrant ses talents d’organisateur et de propagandiste. Il multiplie les déplacements en Floride et dans les Antilles pour s’adresser à la diaspora, ramasser des fonds, s’entretenir avec Máximo Gómez et d’autres dirigeants. D’une trentaine de clubs d’exilés dispersés et hétérogènes, il forme le Parti révolutionnaire cubain dont il rédige les statuts et qui l’élira Delegado, le titre que Martí réserve au chef pour bien marquer qu’il s’agit d’un mandat émanant de la base. Après avoir rédigé avec Gómez le Manifeste de Montecristi, lequel expose les raisons de la lutte, il débarque à Cuba le 11 avril 1895 rejoignant l’insurrection déclenchée deux mois plus tôt à Baire. Nommé major-général par Gómez, Martí est tué le 19 mai, à Dos Ríos, lors d’un accrochage avec l’armée espagnole. Chef civil, Martí meurt le revolver au poing dans un affrontement qui met un point d’orgue à une vie de sacrifices.

2.     José Martí, un écrivain visionnaire

Homme d’action, Martí pratiqua avant tout une littérature utilitaire. Son œuvre dessine un véritable projet de société pour la future république de Cuba. Ses idées politiques et sociales, bien qu’elles soient éparpillées sous diverses formes, possèdent une puissante cohérence. L’essentiel de sa pensée tient en effet à sa détermination à transformer les Cubains. Pour Martí, la restructuration de l'économie, de la politique et de la société cubaines passait par la création d'un homme nouveau, fier d'être cubain, épris du travail, dévoué aux intérêts collectifs. Martí est avant tout un humaniste : il fait du travail et de l'honnêteté les valeurs premières. L’éthique est au cœur de sa vision comme homme d’action. La politique s'y présente comme un sacerdoce. « La patrie requiert des sacrifices. C’est un autel et non un piédestal. » Le Parti révolutionnaire cubain qu'il créa en 1892 ne visait pas qu'à libérer Cuba; il se voulait un instrument pour transformer radicalement la société au profit de toutes les classes. « Tous ensemble et pour le bien de tous ». Ce n'est pas que Martí ignorait les luttes des classes — il les avait découvertes dans toute leur violence aux États-Unis — mais il voulait qu'elles n'eussent pas cours à Cuba, parce qu'il croyait en la possibilité de les dépasser – de la même manière qu'il entendait éliminer les différences raciales – et parce qu’il craignait que les divisions sociales ne favorisent les ambitions du « monstre » du Nord.

La démocratie ne devait pas consister en un jeu de recettes à importer. Elle devait être différente de la démocratie européenne et de cette démocratie résiduelle, dénuée de justice et d'amour, en vigueur aux États-Unis. De sa conscience sociale et de sa pensée radicalement étrangère au racisme, au caudillisme, au militarisme et au cléricalisme, il tira une conception démocratique de la république totalement nouvelle dans cette Amérique. Martí refusait en effet de considérer comme « civilisées » des institutions et des coutumes propres à d'autres territoires, à d'autres réalités et qu'il faudrait imposer à Cuba par le feu et le sang. Il était très critique des gouvernements qui n'étaient que des imitations de modèles étrangers. « [Nous] ne voulons pas de gouvernements artificiels taillés avec des ciseaux et fondés sur un mannequin étranger ». « Le gouvernement doit être réconcilié avec les composantes essentielles du pays. Le gouvernement n'est rien d'autre que l'équilibrage des éléments naturels du pays. » « Faisons du vin avec des bananes; s'il tourne aigre, ce sera au moins notre vin. » La démocratie n'allait pas non plus se mettre en place d'un seul coup, car sa réalisation supposait des efforts incessants, faits d'avancées et de reculs.

Ses idées en matière économique passaient par le même prisme moral. S'il dénonçait le pillage et le pouvoir corrupteur de l'argent, il acceptait le « profit honnête ». Partisan des organisations ouvrières, sans adhérer au marxisme, il souhaitait un partage équitable des profits entre capitalistes et travailleurs. La richesse exclusive était injuste.  

Ayant vécu aux États-Unis, Martí exprima son opposition catégorique à toute participation de l'Amérique du Nord à la bataille pour l'indépendance, car « une fois les États-Unis à Cuba, qui les en sortira ? ». Il refusa pour les peuples de « notre Amérique » toute forme d'aide et fit l'inventaire des ambitions annexionnistes des États-Unis, dont il prédit qu'elles s'étendraient au-delà du continent hispano-américain. Il s'opposa à toute convention de réciprocité commerciale. Comme l’écrit Roberto Fernández Retamar, Martí « termine l'œuvre du XIXe siècle et il prépare celle du XXe. Il parachève la sécession dans l'ordre politique et il l'annonce dans l'ordre économique ».

Une comparaison avec ce qui était la norme en Amérique latine en cette fin du XIXe siècle fait ressortir l’exceptionnelle vision de Martí, nourrie du rapport entre un homme hors du commun et une situation politique spéciale, celle de la libération d’un bastion colonial à l’heure où une nation – les États-Unis – dévorée par le capitalisme sauvage affichait ses ambitions impérialistes. À une époque où les autres « penseurs » latino-américains se cherchaient des modèles tout faits ou se réfugiaient dans le passé d’une domination patriarcale, Martí invente un projet de société en dehors de tous les dogmes, mu par sa foi en l’homme, en communion avec divers courants tellement fondus en une lecture propre de la réalité qu’il est impossible de dénouer les fils de ses emprunts. Il faut lire les propos qu’il tient sur les formes de gouvernement, l’éducation populaire, la religion, les investissements étrangers, la dépendance commerciale. On y découvre un rejet du mimétisme et l’exaltation de l’homme comme fin de tout développement.

3.     La postérité de José Martí

Le 26 juillet 1953, dans son discours à ses camarades, avant de se lancer à l’assaut de la caserne Moncada à Santiago, Fidel Castro les interpella ainsi : « Jeunes du Centenaire de l’Apôtre! Comme en 68 et en 95, ici en Orient nous lançons le premier cri de LIBERTÉ OU MORT! ». Lors du procès que lui fit la dictature de Batista, après l'échec de l'attaque, Fidel allait déclarer dans son plaidoyer que José Martí était l’« auteur intellectuel » de cette attaque. « Il vit, il n'est pas mort, son peuple est rebelle, son peuple est digne, son peuple est fidèle à son souvenir... Cuba, que deviendrais-tu si tu avais laissé mourir ton apôtre ! » (L'histoire m'acquittera). Le programme du Mouvement du 26 juillet, fer de lance de la lutte contre Batista, multipliait les références à la pensée de Martí. Ses membres représentaient la « génération du centenaire », celle qui avait marqué la commémoration de sa naissance et fournit l’occasion à des réunions et à des réflexions sur la pensée et l’héritage de l’« Apôtre ».

Martí est aujourd’hui omniprésent à Cuba. Presque toutes les villes lui dédient un parc qui accueille sa statue. Des rues et avenues portent son nom. Son buste se dresse devant toutes les écoles. C’est sous son mémorial géant au milieu de la Plaza de la Revolución que le peuple s’assemble pour les grandes commémorations ou les discours importants. Héros national, considéré comme le père de la nation cubaine, il a inspiré la Révolution cubaine. Le poète Nicolás Guillén écrira : « Fidel a accompli / ce que Martí avait promis ».  Que de fois Fidel a invoqué l’exemple de Martí, citer les mots de Martí pour inspirer ses concitoyens dans la construction de la nouvelle Cuba. Homme de réflexion autant que d’action, Fidel a beaucoup fréquenté l’œuvre de Martí et appris de Martí.

Fréquenter Martí aide à mieux comprendre la Révolution cubaine qui fut d'abord martienne avant de se proclamer en avril 1961 « socialiste ». L'éthique du travail, l'idéal égalitaire, la liberté responsable, la place centrale de l'éducation dans la création de l’« homme nouveau », citoyen engagé et patriote ardent, voilà autant de clés du message martien et du discours castriste. Pour Martí aussi, l'exercice de la liberté était assujetti aux besoins collectifs essentiels. Le Parti révolutionnaire cubain pratiquait également le centralisme démocratique, la décision finale incombant au Delegado, tenu de rendre des comptes à ses commettants comme le font les élus cubains. La Révolution cubaine a des racines idéologiques insulaires – aussi cubaines que les palmiers royaux – et profondément américaines, celles de « Notre Amérique », si différente de l'« autre Amérique », les États-Unis.

L'humanité n'a pas de frontières, et la patrie pour Martí n'en était qu'une partie. « Patrie, autant dire Humanité », a écrit ce patriote qui annonçait l’internationalisme qui caractérisera la Révolution cubaine, laquelle participa d’abord aux luttes pour la libération nationale dans le tiers-monde, puis proposera aux pays du Sud les services de ses médecins et de ses éducateurs. Depuis 1994, le Prix international José Martí est l’un des six prix Unesco. Georges Anglade, un universitaire haïtiano-québécois, disparu tragiquement en Haïti en 2010, a reçu en 1999 la mention d’honneur. L’Ordre José Martí est, comme de juste, la plus haute distinction cubaine. Cette renommée de Martí justifie la présence de son effigie dans de nombreuses villes de par le monde.

Martí avait su mobiliser les Cubains de l’exil et de l’intérieur en vue d’organiser la guerre de libération. La Révolution a divisé les Cubains et suscité un nouvel exil. Les Cubains de la diaspora revendiquent également Martí, mais c’est un Martí tronqué, travesti en apôtre de l’harmonie sociale, en admirateur des États-Unis, un Martí dépecé, sorti de son contexte. Que les États-Unis aient choisi de faire de Radio Martí et de TV Martí les porte-étendards de transmissions hostiles vers l’île constitue plus qu’un détournement symbolique, c’est une supercherie cynique. Le vrai Martí n’a-t-il pas écrit au soir de sa vie : « J’ai vécu à l’intérieur du monstre et connais ses entrailles : – et ma fronde est celle de David. »? Dans cette même lettre à son ami mexicain Manuel Mercado, il faisait de l’indépendance de Cuba un rempart contre l’expansion des États-Unis dans les Antilles et ailleurs en Amérique latine. Il élevait cette cause au rang de « devoir ». Martí fut le premier à instruire le procès du panaméricanisme dont « rien de pratique ne peut sortir qui ne soit ce qui convient aux intérêts nord-américains, qui ne sont pas bien entendu les nôtres ». L’histoire lui aura malheureusement donné raison, non seulement en ce qui s’applique à Cuba, mais en qui concerne « notre Amérique », celle de San Martín, de Bolívar, de Juárez, de Sandino, de Guevara, de Bosch, de Chávez.

Mention de quelques sources :

·          Pour un accès à la version numérique des œuvres de José Martí, on consultera le portail qui lui est dédié : http://www.josemarti.cu/edicion-critica-obras-completas/.

·        Pour une brève biographie de Martí, http://www.josemarti.cu/biografia/
 
·        Sur José Martí l’écrivain, on consultera le bel article de Roberto Fernández Retamar, http://www.lettresdecuba.cult.cu/?q=articles/jos%C3%A9-mart%C3%AD-un-%C3%A9crivain-classique.html
 
·        Pour une introduction à José Martí en français, Notre Amérique. Anthologie présentée par Roberto Fernández Retamar (Paris, F. Maspéro, 1968).

     La meilleure étude sur la pensée sociopolitique de Martí est celle de Paul Estrade. JoséMarti ou les  fondements de la démocratie en Amérique Latine (Paris, Editions Caribéennes, 1987). 

·        Une autre étude sur la pensée sociopolitique de Martí est celle de John Kirk, José Martí : Mentor of the Cuban Nation (Tampa, University Presses of Florida, 1983).

·        L’un des meilleurs connaisseurs de Martí en France, Jean Lamore, a publié récemment José Martí. La liberté de Cuba et de l’Amérique latine (Paris, Ellipses, 2010).